Paciente de 23 años y jugador de tenis desde que tenía 10 años. En marzo del 2020, como consecuencia del confinamiento por el COVID, para de entrenar y competir por completo. En casa se dedicaba a hacer todos los días sentadillas pero cuando vuelve a entrenar, a los pocos días, empieza a notar dolor en su rodilla izquierda. Al principio solo le dolía cuando entrenaba, después cuando acababa el entrenamiento y por último, y cuando viene a visitarnos, su dolor era continuo y ya no podía jugar a tenis.
Decide venir a consulta para tener una segunda opinión y nos trae el informe de resonancia que le habían hecho y las indicaciones que le habían dado (no subir ni bajar escaleras, intentar no subir cuestas y no practicar ningún deporte).
Lo primero que hicimos fue una exhaustiva valoración descartando cualquier lesión articular, meniscal y/o ligamentaria. Después, una valoración ecográfica y muscular donde solo encontramos algún pequeño desajuste y en base a eso nos pusimos en marcha.
Planteamos un tratamiento buscando que esa rodilla funcionara de la mejor manera posible a través del sistema articular, nervioso y muscular. En la segunda sesión, y con una semana de por medio, nuestro paciente ya no tenía dolor en su día a día y estaba haciendo bicicleta sin problema, así que progresando en su tratamiento se empieza a trabajar ejercicio de potenciación, estabilización y movimientos específicos de su deporte.
Después de un mes desde la primera visita no tiene dolor y ya está jugando a tenis sin ningún problema.
Moraleja: A una persona con 23 años sin ningún antecedente de enfermedades ni traumatismo previo es muy arriesgado sugerirle que deje para siempre el deporte y condicionar su vida a no subir ni bajar escaleras.
Ha habido varios casos similares derivados del parón de la actividad deportiva normal (en el confinamiento), una excesiva carga y mala ejecución de las sentadillas, lo cual puede provocar una alteración de la musculatura extensora de rodilla y nervio femoral.
Juanma Millán · fisioterapeuta